7/01/2013

Cadañero

Por lo común no se le sabía juerguista o follonero, o con mal beber, pero cogió la maña de agarrarla a mediados de enero, pasadas Pascuas, y ponía al pueblo patas arriba. La gente atrancaba puertas y ventanas y se aprovisionaba de víveres porque estas borracheras cadañeras solían prolongarse una semana. Hasta que los guardias civiles del Carcajal, el municipio limítrofe, alertados, se allegaban portando en procesión un macho cabrío disecado, pegando tiros al aire y gritando: «¡que venimos a por ti, ladrón, que venimos a por ti!». Este embate servía para desalojarlo de la cantina. Pero fuera porque la estratagema del aquelarre picoleto, con los años y el uso, menguaba en efectividad, o por lo que empujaba el vino, pronto se rehacía del respingo y volvía a por lo suyo. Los guardias civiles, atrincherados en la cantina, hacían frente a sus intentos de asalto, disparando a dar si fuera menester. A la quinta o sexta carga repelida se le disipaba el ansia de vino y recobraba el sentido. Que lo tenía. Y en abundancia.




.

1 Comentario:

Manuel Marcos dijo...

Mejor fuese que bebiera todo el pueblo, que lo sobrio produce de unas fantasmas sobrecogedoras.
Abzo