Siento
y no me toca.
Lo escarbo con la neura de adjudicarle un relieve,
contornos,
fechas de caducidad
y sí,
me temo que sí,
situarlo sobre la repisa
donde otros parpadeos de vidrio.
Y es entonces cuando asimilo
en toda su fragmentada intensidad
por qué pulo tanto mi torpeza.
.
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