Cristina García Rodero |
Los señores muertos y los cielos enterrados
Gustaba de palpar a los difuntos. Sus fríos adentro del pellejo. Sus labios de pez. Sus párpados desgonzados. Sus arcoíris fundidos en estropajo. Los acariciaba, parsimonioso y anestesiado, como cautivo que relee cartas de amor, y se le iba el entendimiento. Se extendió la especie de que deshilachaba a los finados. Y los deudos, para aliviarse las habladurías, lo largaban a puntapiés de los velorios. Aullaba y seguía al cortejo fúnebre desde la distancia, por las pedradas.
2 Comentario:
**si ya los col//OCÓ
-a los muertos-
cabe sí, bien por él y toda la reata
-de muertos-
si no entoavía, tiempo muerto para palpos y amores.
Escribes tan fascinante. No te entiendo nada :P
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