8/27/2016

1 de cada 10 dentistas no recomienda los chicles sin azúcar

Tú dame un monstruo y yo te doy un beso.

Llueve la ciudad el blanco y negro de la algarabía psiquiátrica.
Entre tanta luminaria el relámpago escribe sobre lo escrito.
Sé que no voy a ningún sitio.
No tengo ningún sitio adónde ir.
Pero cuando truena,
me visto
y ando al mar.


                    * * *


¿Mar Muerto? Mar zombi.

¿Catarán la lluvia en el camposanto?
¿Anhelarán primaveras?, ¿tañerán raíces los tendidos?
Dime que sí.
Dime que serán ensartados por abriles.


                    * * *


Me pudro por viva.

Los vistazos que me dirigen se cavernan,
cadavéricas oquedades mirando pizarras.
Cívicas denteras que subrayan mi otoñura.
¿Quién me desarbola en esta placidez cariada?
¿Quién me concedió sonrisa y alquitrán?
Lo perpetuo ―puestos a medirnos la polla―
me supera en tonelaje.
No calibro el volumen métrico de su aniquilación.
Pero perecerá. Por vivo.


                    * * *


Todo lo que existe es porque funciona.

Los números yerran.
Solo son exactos.
No coronan el Himalaya de cadáveres.
2 ó 2 millones convergen en análogo corolario:
no nos tocó a nosotros.
Nuestra capacidad de adaptación al medio
ha mutado a capacidad de adaptación al extremo.
Un loco atropella a 80 personas.
Se convocan batidas para cazar Pokémons.
Pronto empezarán a olimpiarse.
Y guardaremos minutos de silencio
antes de desesperarnos por el orsay no pitado.
No lo creas caótico.
Todo lo que existe funciona.


                    * * *


El Fin del Mundo o la zanahoria que nunca mordemos.

Nadie denomina Apocalipsis al Big Bang
porque moramos aquel esparcido átomo.
Quietos y gramaticados surcamos los éteres
cabalgando un cataclismo que acertamos a nombrar.
El tiempo maneja pamplinerías de prestidigitador.
Nunca pierdas de vista su mano izquierda.
Se anuncia el día en tu piel de mal follado.
Anoche los convencieron de contornos.
Un Messi.
Un beso.
Un polvo.
O la pretensión de un polvo.
Un Dios «benigno tumor» o el Profeta inocuo.
Y esta mañana se desparraman en latifundios.
Tú, sí, tú, ¿te reconoces en señorito cortijero,
multitudinaria planimetría coreana?
Allí, con la fruta en los semáforos,
soportando la lluvia de otros,
despellejándote una vena obediente.
Tú, sí, tú, ¿de verdad que eres donde estás?

Hay un silencio intransferible. Y otro comunitario.
Hay un silencio que te habla. Y otro que te calla.


                    * * *


Luces, luces, luces y qué poquita luz.

Fuma el frío de un cigarro aquel grandullón.
Ayer mismo, sin ir a otros lejos, su dolor
era bravo e indómito cual linde de selva desforestada.
Y caminaba hervido, magmático.
¿Cuándo el volcán regoldó?, ¿abrasó por la culata?
Pronto el Evangelio constitucional amanecerá.
Inquiérele, ciudad que lo pariste
con todo el sadismo de las madres: ¿cuándo
se esquinó el puzle? ¿Cuándo
las piezas empuñaron porqués?
El camino ya no está en él.
Su rumbo transita por senda ajena.
Pisa la colilla.
Unos pasos se lo llevan.


                    * * *


El niño me creció a lágrimas.

Bajo mi piel, el ventrílocuo me tutea.
Soy un Mesías capado de pies y manos.
Otra inmaculada concepción. Otra preñez de Dios.
Edificaré revelaciones en la vena
donde domicilio la correspondencia del alma.]
Comulgaré con ruedas dentadas.
Y asumiré las inconsecuencias de mis engranajes.


                    * * *


El Norte desnorta cualquier pensar.

Albergo una arquitectura brutal.
Fiel a la vida iba mi vida, en ofensa propia,
exhibiendo un pálpito incombustible.
Soy ineficaz con las palabras.
Me declaro carne.


                    * * *


Mala sombra.

El viento crudo me arraiga.
Frío negror que acarreo de consumido futuro
en exhausto porvenir.
Su asechanza me cabalga como un presupuestado luto.
¡Oh, mía noche, si me amaras!


                    * * *


No, no vendemos chicles Trident.

Por segunda vez en esta semana
la cajera ha solicitado la presencia del segurata
mientras me atiende.
La gente se me distancia como a confín de enfermo.
Aunque ¿qué contagiar?
Cuando truena,
el desharrapado niño mata como el adulto.
Simplemente despierta en nosotros la compasión.
Simplemente
se viste
y anda al mar.








Oriol Miñarro

2 Comentario:

P MPilaR dijo...

*'_de cómo desharrapados canes de flaqueza extrema emulan
a niñuelos de magra complexión en lo que es menester propinando dentelladas al primer chicle sin azúcar que se topen"*
"*de cómo el prócer y su cónyuge de turno insisten erre que erre en que a falta de pan, buenos son torreznos
o lo que seaelcasoesconeryengañufaralastripasdepurahambre"*
*"de cómo si te aprira la calor, suéltate la melena y no digas esta boca es mía "*
tú, calla y que otorgue el vecino...

Besos

P MPilaR dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.