8/31/2016

El Indígena

Quiso decir «indiferente», pero soltó «indígena».

—¿Adónde vamos, al Pelos o al Tramontana?
—Me es indígena.

Pifias del ciego. Y tras el recochineo general ese mote se le quedó. Al Indígena lo parieron en Rubí, bastante regulero porque fue de cesárea y porque hizo acto de presencia con su buen Pirineo en la chepa. Tonteó en los estudios y ya con las primeras barbas aprendió a ganarse las habichuelas: garajes, supermercados, pizzerías… Y una tarde, en el Tramontana, sucedió una peripecia digna de ser cuenteada. En la puerta del garito, rulándonos unos canutos, de charleta barata, vino la Muriel y delante de la peña le pidió follar, pero ya, que estaba perraca perdida.

La Muriel empataba con cualquier pibón de la Sexta. Ponía pinocho a un fiambre. Sin pintarse, rizos que le llegaban al pandero, boca carnosa, a 20 euros el kilo de fresas, mirada que te arañaba y unas piernas que ni montado en el Fújur te las acababas de tan Historia Interminable.

El Indígena follaba lo que follaba con la billetera por delante. De mayor te trauma, pero él se inició en la secta muy bollycao y lo había asumido como verruga a la vista. Sin embargo, a pesar del polvo en bandeja, nuestro colega no se tiró a la piscina porque venía escaldado por unas yonis que lo pirularon con los móviles. Semejante judiada no le cuadraba a la Muriel, aunque los mayores hijos de puta, al igual que los mayores viajes, empiezan con un primer paso.

—¿Por qué?
—Te pido frotar y me sales con eso.
—No es muy normal.
—Vete a la mierda tú y lo normal.

Siete años llevarán juntos. El Indígena nos cuenta que a la Muriel le gusta acariciarle la chepa durante el tema, que es tentarle su Pirineo y ponerse de una troglodita desatada, que se corre hasta con las orejas, que es como el Bollywood porno. Y agarraos: no era la única a las que las deformaciones físicas, cicatrices, muñones, llagas de quemaduras, etc., le silbaban a lo olla express el chominillo. Desde que las tías ganan pasta se colorean a su gusto los príncipes azules. El Indígena y la Muriel, asociados, habían patrocinado una sección en un foro de folleteo con un éxito apabullante y estaban planeando montar una web porque aquello era un negocio en vías de expansión.

En resumidas cuentas, que el Indígena trincaba lo que no estaba escrito. Y lo flipante de la película era que a pesar de la jaca que tenía en casa, y del material que ella misma le suministraba de la red, seguía yéndose de putas.

«Es que el indígena siempre tira al monte» nos decía el cabrón.








POBEL

2 Comentario:

P MPilaR dijo...

Pos nomás que mil indulgencias plenarias le sean a la Muriel,
y alguna más de parte alícuota al Indi. Que d'estos poquico queda en la reserva y hay que guardarlos como especie protegida.

Bss

P MPilaR dijo...

Pos nomás que mil indulgencias plenarias le sean a la Muriel,
y alguna más de parte alícuota al Indi. Que d'estos poquico queda en la reserva y hay que guardarlos como especie protegida.

Bss