7/20/2018

Aeroplano con bicho (2)

Eloy Jáquez Mercado


Eloy pisando por el tigre de su Bodeguilla semeja artificiero en Bagdad. Abre las puertas de los cagaderos. Pasa lista a las bacterias fecales que estratifican roñegridas civilizaciones sobre los posapies. Escudriña las baldosas por si larvados culebreos las abomban.

Eloy Jáquez Mercado fue católico de refilón hasta la tarde que le vio los pitones a Satanás. ¿Quién no comulga hasta las trancas de la razón cuando un macho cabrío se le yergue como persona de a dos piernas y le solicita con retintín moro tabaco de liar?

Por aquellos entonces hacía una semana que Eloy desembarcó en el barrio de la Riera Parda. Asunto de una media hermana que le dejó en herencia un local por la calle Zarzales. El local llevaba años cerrado, conjurando hierbajos y bichos, entre ellos un san satanás con sus 2 cojones casi globos aerostáticos y su cornamenta rizada en tirabuzón. Por ahondar en la historia añadiremos que se trataba de la cabra de los gitanos del Arroyo Porcachón, antigua estrella equilibrista, a la que le dieron puerta a causa de una pata rota con mal remiendo y a la que el bicho se le metió bien metido.

Eloy se guardó el cuento para sí por temor a que cundiera la voz de que andaba con la tornillería floja. Pero estos muertos siempre acaban reflotando y durante una borrachera se sinceró con Adelino, el niño del Obispo. Adelino se rio de la angustiada confesión. Pidió otra ronda y desvirgó a Eloy.

Destapada la rebotica de Riera Parda, Adelino le aconsejó a Eloy lo que cualquier hombre cabal. Las cagarrutas de los san satanases, bien tratadas, colocan como el mejor jaco. Un carnero en casa es una mina de oro a cielo descubierto. Solo debías ponerte a bien con Quiñones, repartirle parte de las ganancias para que no te visitaran el trío Los Panchos, y a recoger billetes a capazos.

Pero ya quedó dicho que Eloy ejercía de forastero recién caído cuya ambición no pasaba de montar un bar, ganarse unas perras honradas y morirse lo más tarde posible. Para servir mesas y recordar lo fiado Eloy se sentía capaz y capataz, pero le faltaban arrestos para lidiar con aquella novelería. La otra salida, le explicó Adelino, era la Santera, Juana María de las Penas.

Mientras prosigue inspeccionando los lavabos, Eloy maldice no haber convidado a cerveza a un mendigo de Puente Ancho para que fuera él quien echara la meada de prueba. Aunque a estas alturas de la película ya estaba muy publicado por Riera Parda que una santa culebra había anidado en su tigre como para encontrarse a un pardillo que consintiera sacarse la minga en semejante cementerio comanche.

El cantinero, resignado, se baja la bragueta y se airea el badajo en tensión, como arrimaría la mano a un gato bufador.

Pasa el tiempo —es su oficio— sin peloteras. Eloy se envalentona y, hoy que no tiene a la próstata con la menstruación en vísperas, evacúa un caldoso chorro. Desaguado no se demora en modernas higienes porque el pregón ante su parroquia no puede esperar.

—¡Ea! ¡Mis baños ya vuelven a estar cristianos, apostólicos y romanos! ¡Así que al que agarre meándose en el portal le azuzo a Bodeguillo! ¡Avisados estáis!




.

1 Comentario:

P MPilaR dijo...

Por aquei entonces, según cotejos, por los Eloyses se delataban
Hubiera hartos suponeres, en fin👁️👁️👁️👁️