10/15/2018

Aeroplano con bicho (3)

Pocas estrellas


—¡¡¿Quién anda ahí?!!

Los gritos de Juana María fastidian el polvo que se estaban homenajeando Antonio el Rancio y Cármenes la Cristales.

—¡¡¿Que digo que quién anda ahí?!!

Antonio irrumpe en el dormitorio de su madre. Se sorprende de que lo reconozca de pies a cabeza.

—¡Por la blanca carita de la Virgen de Araceli, ¿cuándo has venido!? ¿Y por qué no me has despertado? ¡Te lo tengo dicho miles de miles de veces, que a la hora que llegues me despiertes! ¡Por qué te gusta enritarme de esa manera!

Se precipitan en alud charnego los «qué delgado estás», los «ahora mismo te frío unos huevos», los «me trajo unos chorizos la niña de la Perlita que vuelven cristiano al Papa de Roma», los «¿o una tortilla de pimientos?, ¿mejor te preparo una tortilla de pimientos?».

—¿Me conoce, madre?
—No te voy a conocer si te parí 14 horas.

Camino de la cocina, jalando de Antonio, Juana María se topa con Cármenes embatada. Se la come a besos.

—¡Carmencita, chiquilla, cuántas cosas buenas guarda esta noche! ¿Hace mucho que habéis llegado? ¿¡Pero por qué puñetas os lo habéis callado!?

Juana María tiene azúcar por enojo. Malhumor amable y cordial de chiquilla octogenaria que anda a trompicones por la artrosis de un marido apaleador. La cocina la recibe entre palmas de sartenes y aceite arrancándose por fandangos.

—Antonio, esto no es bueno, ¿verdad?
—¿Eh...?

Cármenes repite la pregunta. Antonio espabila. Comprueba las salvaguardas de la puerta y el balcón. Intactas. Los 3 canarios siguen vivos. Y la gata está arisca, no se la puede acariciar.

—Dentro no hay bicho.
—¿Entonces?
—Puede que vaya y venga por las tuberías.
—¿Me la llevo a la calle?
—Será lo mejor. ¿Cómo la engañarás?

Cármenes descorcha la botella de salfumán a mala baba, tirando a matar.

—Con lo de siempre, que la hemos hecho abuela.

Juana se deja embaucar. En corrillo de hembras cotillas y contentas Cármenes le guía el descenso. Por el cuarto rellano Juana María llama a la Cristales, Carmencita, hermosa, lista y capitana . Por el tercer rellano Juana María está callada. Por el segundo rellano Juana María quiere conocer el nombre de la mocita tan salada que la acompaña.

Arriba, en el 5º 2ª, Antonio piensa como piensa la metadona. Antonio no da para muchas verbenas. Antonio tirita. Antonio tiene un frío milenario. En la calle debe afilarse más la rasca. Pilla dos mantas y sale al balcón. Su madre y Cármenes están sentadas en la acera desierta, fantasmadas por la cansina luz del alumbrado público. Le hace una señal a Cármenes y arroja las mantas.

Como malos cuervos planean las prendas. Entonces los ve. En el balcón contiguo duermen 3 negros. Revoltijo de pobreza. Sacos de dormir zurcidos. Sudor plastificado. Compañerismo de saldo.

Antonio entra en la cocina. Se llena la boca de molla de pan. La saliva. La usa como yeso y compone un pequeño cuadrado sobre una de las paredes del comedor. Trae la caja de herramientas. Moja el dedo en leche negra. Empapa el interior del cuadrado de migas hasta que ve un cristal.

Antonio calcula que una treintena. Tufo a pobreza revenida. África mal pagada y bien vapuleada. Antonio no da para muchas verbenas pero sabe que la grasa acude a estas aglomeraciones a hacerse bicho. Baja a la calle.

—Un piso patera. Todavía no se ha cuajado. Puede que una liendre, un piojo, una cucaracha. Tardaré en limpiarlo, Carmen. Eso si me abren la puerta.
—¿Vas a limpiar el bicho?
—Claro.
—¿Y te pagarán el aeroplano?
—Cómo me van a pagar esos muertos de hambre.
—¿Entonces pondrás leche negra por la cara?
—¿Y qué quieres? No puedo tener a mi vieja acampada en la calle.

Cármenes rebuja con su manta a Juana María que se ha quedado frita. Se sienta en cuclillas delante de Antonio. Le acaricia el mal afeitado y las ojeras desbocadas. Su voz es dulce hembra que manda.

—Mira, Antonio, llamo a los Panchos y que le digan a Quiñones lo que hay. Estos o vienen por su cuenta o los ha pasaportado el Taleguero. En cualquiera caso no le hará gracia a Quiñones saberlo. Él se arreglará. Que se los lleve a sus naves de la Margarita a repartirles oficios. Y allí Quintín se las compondrá con el bicho que le toque.

Una luna llena mira la callejuela Nogales, en el barrio de la Riera Parda, como gigante tuerto. Pocas estrellas.

La mañana siguiente amanece despegando hilachos de cola industrial. Antonio abre la puerta 5º 2ª tras la noche toledana. A su vera, Juana María, bosteza.

—¿Quién es usted, gentil caballero?
—Su hijo, madre.
—Mi hijo se me murió de endrogarse y de irse con el puterío malo.





LA HISTORIETA PEINADA Y DE PE A PA AQUÍ

1 Comentario:

P MPilaR dijo...

Después de la fantasmada, telele integral.
Que dios no nos perdone si no
quiere