Llevaríamos follando como seis o siete meses.
Los viernes noche y los sábados a las tres.
Los ratos que le endosabas los críos a tu vieja.
Te vi desnuda,
esa vez,
y cansada.
De mí.
De lo nuestro.
De aquello.
Y me pareciste el animal más hermoso del mundo.
¿Recuerdas que te acaricié un muslo
como se adora el mármol de Bernini,
implorando que persevere en ese a punto de alzar el vuelo?
No. No te acuerdas.
Tú ya estabas cansada.
Traci Matlock |
1 Comentario:
esa es la verdadera desnudez
temblor siempre
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