Era salir del ascensor, ajustarse la corbata, y volverse persona corriente. Sin embargo, en el interior del habitáculo, había que oírlo: unos aullidos y reniegos de Cristo que resquebrajaban los cimientos de la Creación. Que se me entienda, de tener compañía tampoco se ensañaba con nadie, lo suyo era extraviar la mirada en el infinito de enfrente y zasca: a vomitar culebras y culebras empapadas en espumarajos de niña de El Exorcista en pleno subidón del diablo. De abrirse las puertas y descubrirlo dentro, fijo, no te colabas, y de ser él el entrante y tú el habitante, esgrimías cualquier chominada y te escopeteabas a usar las escaleras. Aunque cada tanto había una sonada primera comunión: recién mudados, parentela de visita, pizzeros...
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8 Comentario:
jajajaja espero no cruzarme nunca con semejante personaje...¿No será que sufre claustrofobia la pobre criatura?
Besos.
Esa primera vez...inolvidable, nunca sonaron violines ni se vieron fuegos artificiales. Desvirgarse no es agradable nunca.
Un besote
Se llamaba Juan, de noche se ponía corpiños, leía a Poe, cerraba tres veces la puerta. Y de pronto, nadie sabe cómo, se mete en tu texto y nos mira con ojos incendiados.
Abrz.
que cojones el hombre parte el silencio incómodo de un ascensor. joder que alguien le haga una estatua en mitad de la plaza del pueblo o que le pongan su nombre a una escupidera qué sé yo. si es un bendito.
conozco un vecino que hay que oír todo lo que suelta contra los políticos en su casa :) y es tan adorablemente educado en las escaleras... bueno en eso casi todos nos podemos sentir identificados. aunque yo no soy adorable ni en las escaleras.
sí señor.
me encanta.
saludos
yo quiero ser su Sancho, su Robin, su guionista y telonero.
Acojonante el pavo.
... y tras lo corriente se esconde lo peor de cada uno.
Genial
Besos almendrados ;)
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