«—¿Me andarás?
—Te andaré»
domingueaban por las Ramblas
elegantes
de su carne
juraría que en cueros
a puntito de trincarse
—Antes, mi luz era tu pandero andando. Del instituto a la parada del bus de la avinguda Almería. Unos cuatrocientos metros que saboreaba como costo de Archidona. Ya te digo. Aprendí a regatear de cintura a los transeúntes que se interponían y me estropeaban el panorama. Y a pasar como de lamer mierda de los cuchicheos esaboríos de tus amigas. Me curabas la muerte. En mi primer monazo, tú por entonces ignorabas que yo existía, me escaqueaba de la Residencia de Las Arenas para llenarme el depósito de gasolina. Tu gasolina. Luego, Escobar, el fray Jeringuilla, se apropiaba del gol «¿a que remontas?, ¿a que el sistema funciona?». Eras tú y se colgaba las medallas él. En serio, no había putada o nublado que te resistiera diez pasos. Y con los vaqueros blancos, la madre del copetín santo, con aquellos pantalones no andabas, aullabas himnos de trogloditas que frotan palitos, saquean nidos de pterodáctilo y se asombran porque llueve. Tan sencillo. Tan importante. Y cómo odiaba los jerséis anchotes que se pusieron de moda, los que rebasaban la culera. ¿A que perdiste dos? Fui yo. Te los chorré del perchero de la biblio y los tiré a la basura. Porque que me quitaran tu culo andante era que me quitaran el aire. Y cucha tú la paradoja, desde que nos trincamos a barra libre, qué justo y qué mal te disfruto el culo.
—Por Dios, por Dios, qué hombre y qué cabeza, ¿me adelanto un trecho?
.
5 Comentario:
aullar himnos de troglodita, eso provoca el amor y lo demás son tonterías
qué inmenso
sí, qué hombre y qué cabeza.
qué maravillosa cabeza y hombre eres tú.
abrazo de cerveza y tapa de chipirones y bravas esperando sobre la mesa.
La hostia... eres la hostia, però que molt.
Brrrrrrrrrr!!
Besos.
Hoy no puedo mi amor, entiéndelo....
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