7/01/2015

La siega

Vencía por aplastamiento el sol y se sudaba en defensa propia. Paramos a echar un cigarro. Maribel vino a por un beso. «Estás más bonita ahora que endomingada de verbena» la requebré mientras secaba la badana de mi sombrero de paja. «Tú, que me miras siempre como el mismo diablo» y me llevó a la boca la mitad de su hoyo de aceite. Le quise morder la mano. «Estate por lo que tienes que estar». La tanta calor espejaba los haces de mies. Las chicharras comadreaban en patio de vecinas revuelto. Y me llegó un olor a trigo embarazado y futuro pan.




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