como quien fractura su fragilidad.
Fuimos de la materia de los niños.
Hijos de nuestros cuerpos, nacimos el mundo.
Cada abrazo inauguraba una gramática.
Cada beso
nos besaba donde jamás nos volverían a besar.
Lo denominábamos amor como le podríamos haber llamado mortadela.
No incurríamos en palabra para nombrar.
Todavía.
Rompimos como bestias
que evitan la llama por instinto.
Rompimos para permanecer niños en el cortijo del Lagar,
y jugarnos en el riachuelo de los Sapos,
y saciarnos con la fruta que se roba,
y arroparnos con cualquier estrella fugaz.
Me cuentan que parirás en enero
y que sigues siendo rubia como el trigo verde,
que te pillaste con la droga,
que te patean de todos los curros,
que te deprimes por fe,
que rabias, que lloras, que bebes.
Supongo que tanto como yo.
Pero sé que tú también,
cuando esos correveidiles nos hurgan
y amueblan horizontes que no poblaron,
callas condescendiente,
y por un segundo, bestia que huele selvas,
eres feliz
reviviendo lo infelices que hubiésemos sido.
Urben |
6 Comentario:
*fue eso.
la bestia y la fractura
y ya nada ha querido ser
mismo percal*
*fue eso.
la bestia y la fractura
y ya nada ha querido ser
mismo percal*
qué forma de morder el alma. Antonio, qué no me sueltes.
Madre mía Antero, a veces tus palabras me dan la vuelta y me dejan del revés. Me ha encantado.
Un beso.
Un segundo...
Pura delicia leerte...
Petó
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