11/28/2023

Qué sabrá el recuerdo: otro relato de zombis

Retozan sobre las aguas, enloquecidos dioses no embalsamados en palabra. Ser cuerpo, proclaman en cada uso, es primordial para que las olas se concatenen como deshoje de besos. Y las espumas pespunten palpos en el malecón. Y las nubes sombreen pieles en tropel deshilachado. Y las arenas restrinjan su léxico a la rigurosa risa. Y el sol encarne un sentido institucional apenas gravitatorio.

No hay playa donde el pensamiento arraigue, no hay verano especulado, alardean sus lozanos organismos. Si te paras a pensar, nuestro oficio no es detenernos —siguen postulando en categóricos goces—, la vida solo acaece aquí, donde nosotros, lo otro, aquella podredumbre reflexiva es un evento no recogido por el menú de opciones, elección pestilente de unos mirones rijosos que otean desde el extremo corrupto del tiempo y deben ser suprimidos.

¿Entenderán, después de ensartarnos los cerebros con afiladas estacas, que, en un ocaso todavía por inventariar, también acarrearán, como errantes descarnados, esa lascivia olímpica que antaño no era premium y podía sintonizarse gratis en cada resuello jodido? ¿Entenderán que la saliva blasfema y amada, el salitre esnifado sobre una piel apenas conocida, el gemido de quien nos puso nombre al oído, el sudor sudado en iracundo apego, se allegan con protocolo efímero y dejarán de serles fluidos? ¿Entenderán que el sacio es el único acto palpitante, que el recuerdo no merece la atención prestada, que o carne o nada?



Pascual Rosales

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