4/23/2024

Desguace de mundo

Desde el cielo arrojan infiernos como paletadas de fogonero. Pisoteadas por esta solana irracional y diluviada las hormigas se combustionan. No así las chicharras. Su monserga, alhaja muy bisutera, se engarza a la chatarra cocida al sol.

Vehículos de todas las creencias religiosas apilonan su cada día más notorio escepticismo sobre el más allá. Y se dan a la orgía pornoteatrera. El óxido descarnado les pelleja una lascivia suburbial, cochina y materialista.

Los churretes de la cría quedan enmarcados por el salpicadero de un SEAT 850. Entre muelles sarpullidos, sus pies descalzos y engurruñados, se brindan como sacrificio pagano. Al cuello una cantimplora orejuda sonríe tristes abolladuras.

La niña comprende los cotilleos desmedidos de las chicharras. No muy allá, su madre hace lo que hacen los coches desguazados aquí. Ahora toca estarse calladita y atender a las chicharras.

A la tarde, cuando el sol no apalee, las dos bajarán al pueblo. Con el dinero sudado comerán una hamburguesa y comprarán entradas para ver aquella de Disney donde prohíben no ser felices. Y donde tampoco cantan las chicharras.




ANTOINE D’AGATA


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