El perro que nos ladra los arcanos de la vida erecta,
o el muslo de hembra cuando se tañe a manos llenas,
o la lluvia que cala
¿se pueden decir?
El idioma apenas nos entiende.
No es oficio de carne.
¿Qué hay bajo la palabra que quiere explicar un duelo,
el verso que nos hace sentirnos equivocados,
la lujuria de ser amigos en la cama?
¿Hay viaje cuando titulo este poema encarado al mar?
Hubo un tiempo en que las horas me pertenecían.
Era yo el que estaba allí.
Dejaba huella en la arena como el hierro
o la carne bien forjados.
No tengo concretado cuando todo empezó a no ser.
Y la huella en la arena no contuvo peso.
Runrún de fondo probatorio
de que la poesía se me hizo palabra.
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Agnieszka Pilat |