Cheposo y tiritón, caminaba sitiado por diciembres. Cuando se topaba con una esquina soleada este friolero de casta parecía salpicarse colores, le florecía la joroba y se enderezaba hombre. Aseguraban también que en sol paliqueaba del tirón, curados los castañeteos y flojuras de lengua. Enseñó a su perro a fumar, para que el animal pasara el rato mientras él se horneaba. Y cantó bingo con aquella ocurrencia porque el chucho, viciado y listo, se aprendió de memoria cuándo y por adónde se escurría el día en el barrio triste.
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2 Comentario:
Y le cae alguna que otra reverencia... ;)
Besos.
Buen texto
Saludos
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